El balcón de la luna. (Papelajos que acaban en la lavadora. Vol. II)
Han pasado muchas lunas, pero sigo recordando aquellas noches de verano que vivimos juntos en este balcón. Soplaba un viento cálido y suave, que agitaba tu pelo mientras nos besábamos. Nuestros cuerpos desnudos conformaban una escultura viva y heterogénea, cuyo contorno variaba en continuo movimiento, como el flujo del vapor del agua, como madera retorcida entre las llamas. Y tu pelo, ondeado por el viento cálido de las noches de verano, acariciaba mi mejilla con extremada delicadeza. Como si tu cabello y mi rostro, de pura fragilidad, se quebrasen al rozarse con más fuerza. Yo era joven. Tú eras joven. Y la luna, que era vieja, se sentía joven al espiarnos. Yo empezaba a explorar el mundo. Tú eras mi primer descubrimiento. Las cosas que tú me enseñaste se convirtieron en mis hábitos. Como cuando estábamos enroscados y tu pelo se frotaba en mi mejilla, conmovido por el viento cálido de las noches de verano. Recuerdo que te excitaba sentir algo tan minúsculo como el roce de mi mejilla en tu pelo. Tomabas mi mano y la conducías hasta tus cabellos. Mis dedos se perdían enredados entre aquel pelo negro, como una bandada de cuervos que oculta el sol; rizado, como la mar brava; largo como un día sin ti. Entonces podía evadirme de todo y dejar de pensar para sólo sentir. Envuelto en una rutina que a pesar de repetirse cada noche, me estremecía como una experiencia virginal. Enmarañados los dos, seguía ensortijando tu pelo, ya siempre alborotado, mientras brotaba el sudor de nuestros cuerpos desnudos, como el rocío del alba en las hojas, como la saliva de las bocas que sueñan besos. Las yemas de mis dedos se tornaban deslizantes, escurridizas, osadas e incontrolables. Tu pelo se convertía en un pantano de algas y lodo en el que mis manos traviesas encallaban con la misma desesperación que sufren los ahogados. Hundía mi boca en tu pelo y en mi boca sólo cabía pelo. No había lugar para el aire. Sólo tu pelo. Encajados el uno en el otro, con mi lengua retozando entre tu pelo negro, como la noche que no quiere amanecer; rizado, como el pensamiento que se convierte en obsesión; largo, como una hora sin ti. Mi cuerpo anhelaba contagiarse de aquello que hasta ese instante, sólo gozaban boca y manos. Alentabas con tus gemidos mi cuerpo aletargado. Rendido por tu respiración entrecortada, tus sutiles jadeos, a verse atrapado en la alambrada de espino de tu pelo. Y tu aliento enmudecía el silbido del viento cálido de las noches de verano, pero aún se escuchaba el deseo. Fusionados, el uno con el otro, con todo mi cuerpo inmovilizado por tu pelo negro, como mi alma; rizado, como un laberinto sin salida; largo, como un segundo sin ti. Y el éxtasis se consumaba. Y nuestros gritos sonaban como los truenos que atormentan las conciencias tranquilas, dormidas al amor del viento cálido de las noches de verano. El placer se apaciguaba a la vez que los sentidos despertaban a la realidad. Y yo desenredaba suavemente de tu pelo cada una de las partes de mi cuerpo empapado, en un ritual que culminaba con mi boca y con mis dedos. Liberado, te buscaba entre tu pelo para abrazarte, conmocionado en mi resaca. Revolvía entre tu pelo pero no te encontraba. No estabas allí. Te esfumabas como cada noche allá donde yo no sabía cómo poder ir. Entonces recogía tu pelo sin ti. Una inabarcable mata de pelo de la que emanaba tu aroma. Y me abrazaba a ella, esperando a que volvieses la noche siguiente, para perderme entre tu pelo otra vez. En el balcón de la luna, mecido por el suave y cálido viento de las noches de verano, apretando contra mí la frondosa maleza que conformaba tu pelo, tan negro como el futuro; tan rizado como el celo enfermizo, tan largo como esta espera sin fin.
Agosto de 1994, en Madrid.
Comentarios
Lo que me jode es ser castaña, tener el pelo corto, un patio y no un balcón y no ser la fuente de inspiración de nada ni de nadie, que en el 94 no supiera de tu existencia y que en el 2009 no haya sido capaz de volverte a ver...
Encuentra tiempo para seguir escribiendo.Sácalo de donde sea.
Me largo y me llevo a la gemela ;)
Esto es verdad en toda la escala del amor. En el amor sexual buscamos un placer propio que nos es dado por intermedio de un cuerpo extraño. En el amor distinto del sexual, buscamos un placer propio que nos es dado por intermedio de una idea nuestra. El onanista es abyecto, pero, en rigurosa verdad, el onanista es la perfecta expresión lógica del sentimiento amoroso. Es el único que no disfraza ni engaña.
Las relaciones entre un alma y otra, a través de cosas tan inciertas y divergentes como las palabras comunes y los gestos que se emprenden, son materia de extraña complejidad. En el acto mismo de conocernos, nos desconocemos. Dicen los dos “te amo” o lo piensan y lo sienten a modo de trueque, y cada uno quiere decir una idea distinta, una vida distinta, puede incluso que un color o un aroma diferentes, en la suma abstracta de impresiones que constituye la actividad del alma (…).
Fernando Pessoa
Muy nuestro lo de amar las ideas que en el fondo nos llevan a nosotros mismos.
Razón lleva el portugués y pa´qué te digo que no, si es que sí...
Fdo. Nefertiti
No sé si felicitarte o dejarte verde, por despertar ese sentimiento tan jodido que es la nostálgia por vivencias pasadas...
Un saludo!!
Aunque no hayan balcones...siempre habrá una ventana por dónde ver la luna en tus ojos.
Te dejo un beso
(Pessoa puede que tenga razón...pero, es más divertido entre dos)