El Bar de las Canciones Prohibidas

                                                                 Fotografía: Kacho.



Hace noches que frecuento el Bar de las Canciones Prohibidas, adonde no se acude a matar las penas, sino a dejarse matar por ellas, aunque no se pueda morir. Nunca echa el cierre y siempre pilla cerca. Allí se va a emborracharse con alcohol agrio de garrafa, te sirven sin pedir y no existe el último trago.

En el Bar de las Canciones Prohibidas no se cruzan ni palabras ni miradas y reina un silencio sepulcral, aunque el “pincha” no da abasto para satisfacer una triste, llorosa y caprichosa lista de peticiones conformada por todas las canciones que resquebrajan el corazón. Canciones traicioneras, armadas de recuerdos que duelen, sangran y supuran como úlceras infectadas. Mujeres y hombres bailan el silencio que reproduce un tocadiscos sin aguja y las notas resuenan tan solo en sus cabezas. Los altavoces mudos alimentan la nostalgia y los parroquianos se regocijan con descarnado masoquismo en el vacío de una vida perdida, atormentándose con la banda sonora que alguna vez la acompañó.

En el Bar de las Canciones Prohibidas se queman los propósitos de enmienda, retroceden los pasos adelante, se agotan las fuerzas, las páginas se pasan hacia atrás y se enturbia el futuro; porque en este garito, se lleva el pasado a cuestas aunque impida caminar. La debilidad tiene aquí su feudo y las conciencias se guardan en el ropero, para que no encuentren resistencia los versos envenenados, las tóxicas melodías y los solos mortales de necesidad. Con este nocivo repertorio, los clientes resucitan el calor del cuerpo que dormía al lado, el frío que sólo calmaban unos brazos alrededor, la textura de la mano que asían al pasear, la voz que les hablaba al oído o el reflejo de la luna en unos ojos. El olor de un cuello, el sabor de una piel, la perturbación de una mirada, la excitación de un gemido, el tacto de un beso o el escalofrío de una caricia. Las canciones traen consigo la partitura de los momentos compartidos y transportan a lugares visitados en compañía. Proyectan imágenes, repiten palabras y evocan aromas. Los relojes giran en sentido contrario a velocidad de vértigo, en busca del limbo del tiempo condenado a no volver.

En el Bar de las Canciones Prohibidas no hay pósters ni cuadros en las paredes. Los aseos carecen de espejos y el suelo siempre está escurridizo por las lágrimas derramadas. Las sonrisas sólo se esbozan antes de recuperar el llanto, cuando alguien escucha los primeros compases de una canción y retrocede a la memoria correspondiente. No es inusual ver a algún desgraciado tapándose los oídos de pura desesperación. La música de este local pertenece a todas las épocas y a todos los géneros. Las canciones sólo comparten su voracidad destructora, su capacidad de devastación. Desmoronan los muros de la cordura y la razón con la cadencia de su ritmo. Tumban de un solo golpe a los guardianes de la recuperación. Suenan más alto que los buenos consejos y que las palabras de ánimo. Se aferran al alma y expanden sus letras como un virus.

En el Bar de las Canciones Prohibidas flirtea promiscua y descarada la soledad. Se arrima a los clientes sin pudor alguno, esperando que algún incauto decida invitarla a una copa. También danza en la pista la tristeza, tentando a la clientela con sus sinuosos contoneos para acompañarla en su baile. Una y otra seducen al personal ofreciéndose en un peligroso dos por uno que siempre se acaba por aceptar.

En el Bar de las Canciones Prohibidas, aunque no existe el derecho de admisión, no se permite el acceso al olvido.

Comentarios

VolVoreta ha dicho que…
Esto va in crescenco, Kacho. Hoy no tengo palabras para dejarte porque, hace dos noches, se me las quedó todas el vaho de un espejo, así que...

http://www.youtube.com/watch?v=UoM29-9yAao

Te dejo un beso y.. algo de música para esa copa.

p.d. me encanta la foto.
Alberto Tallón ha dicho que…
Parece sacado de una canción de Sabina. Son las 4:50 de la mañana, acabo de llegar de un bar, después de pasar ua noche de charla con un viejo amigo, con unos rones de más en el cuerpo.Lo que escribes me hace valorar aun más lo importante de contar con buenos amigos en momentos en los que "la soledad te echa una mano por encima del hombro como los buenos amigos", como decía Yosi, el cantante de los Suaves...

Un saludo!
VolVoreta ha dicho que…
No quería confesarlo pero...este es el bar donde me "emborracho" las noches perdidas en compañía, de la música de fondo, de un juglar llamado Sabina.

Muax.
Anónimo ha dicho que…
Es mejor emborracharse con los amigos.
Cuídate, o mejor aún, déjate cuidar.

La Jefa
Unknown ha dicho que…
A ver si te llevo a uno más alegre, que últimamente tengo el alma menos melancólica que nunca
Penélope Sierra ha dicho que…
Una vez pasé una noche en un bar con Sabina... al amanecer Madrid estaba solitario y sus calles mojadas, y sentí el frío que deja una noche sin fin.

Eres muy bueno...saludos
Penélope Sierra ha dicho que…
Una vez pasé una noche en un bar con Sabina... al amanecer Madrid estaba solitario y sus calles mojadas, y sentí el frío que deja una noche sin fin.

Eres muy bueno...saludos
THE LITTLE QUEENS ha dicho que…
Pero si está prohibido el olvido, será un bar antialcohol porque el alcohol te ayuda a olvidar... ¿no?
La verdad es que no me imagino un bar donde suenen continuamente los horteras que me hacen llorar, porque solo los horrorosos consiguen hacerte caer en lo patetico de la tristeza (no voy a dar nombres) pero Sabina esta muy por encima y a lo mejor es que me influye el entorno.
Si el finde que viene estas libre te invito al Bar de las Canciones Prohibidas.
Unknown ha dicho que…
Me encantan tus escritos :) y esta foto.
Te sigo desde mi Reader :)
Un beso.

Entradas populares