Costo de agosto.

                                                                  Fotografía: Kacho.


Con estas tres palabras resumían mis amigos “drogaficionados" (asiduos a las sustancias ilegales sin llegar a la adicción) lo arduo que resultaba conseguir algo narco-tóxico para fumar en pleno estío. Una absurda creencia ancestral clamaba a los cuatro vientos que los camellos y los “menudeantes” se largaban de veraneo a fundirse la pasta que habían juntado a costa de tus vicios y en perjuicio de tu salud. Algo de verdad había, porque los consumidores de este tipo de material acribillaban a llamadas a otros consumidores para saber dónde o quién podía satisfacer su hábito cuando por las calles no se veía ni al viento.

Leyenda urbana, mito veraniego o patraña descabezada; el caso es que aquellos viejos compañeros de viaje y un servidor acabábamos recorriendo los antros más sórdidos de la ciudad de las facturas (que por aquel entonces no se llamaba así) en busca de la única bazofia que podía quedar en stock. Establecimientos hosteleros de penosa calaña desdeñados en las guías turísticas; donde una mirada a destiempo era una provocación y una provocación, seis dientes rotos o algo peor. Y ni siquiera allí quedaban existencias. De hecho, fue en estas cruzadas cuando recibí mi bautismo en los poblados marginales; mucho antes de que el morbo que excita la perfidia disparase los índices de audiencia de los canales a fuerza de que los miserables hiciesen contenido televisivo con la miseria. Años más tarde, con más arrugas y menos pelo; pisé los mismos caminos terrosos, encharcados y empantanados o no; provisto de un ingenio electrónico que convierte la luz en impulsos magnéticos y que al mismo tiempo (y ése es su auténtico poder), convierte cualquier imagen que registre en verdad indiscutible. Aunque no lo sea.

De la mirada de aquellos días apenas queda resquicio. No más que el recuerdo tergiversado por los efectos de los delirantes “colocones” que nos agenciábamos por las calles desiertas de aquella ciudad que compartíamos casi apenas con la policía municipal, apostada en posiciones estratégicas para pillarnos in fraganti en cualquier posible desliz. No había duda sobre que era a nosotros a quienes perseguían a lo largo y ancho de la ciudad evacuada, “curritos pringaos” sin reposo vacacional o yonkies enganchados a posponer el éxodo para septiembre.

Lo del “costo de agosto” empezó a definir cualquier situación o empresa imposible y al mismo tiempo, todo aquello que por la dificultad que presentaba su consecución, era valioso como un diamante.

Aquellos amigos ya son sólo conocidos. Desde hace años, desde que el banco y las empresas que me pagan (o no) me enseñaron a mirar hacia el futuro, procuro que no me pille el toro (sólo lo procuro) y además, cambié mis hábitos.

Hoy el costo de agosto se encarna en mantener la dignidad laboral ante los sueldos indignos, en sentirse un ser humano y no una tuerca, en mantener limpia la conciencia mientras somos parte del engranaje del consumo, en poder levantar la cabeza cada vez que cerramos los ojos ante desigualdades e injusticias, en detener las arcadas al observar el comportamiento hipócrita de los políticos, en arañar tiempo para dedicarlo a todo aquello que realmente nos da fuerza y que se nos apolilla irremisiblemente…

Y también es costo de agosto llamar al amigo que tanto echas de menos, reír hasta doler con nuestra gente alrededor de unas jarras vacías y otras a medio llenar, violar guitarras que no se dejan tocar, ver a nuestro sobrino con la cara desencajada de emoción, deshojar ese libro que nunca mengua, juntar letras en una pantalla para que no se amotinen dando por culo en la cabeza, zambullirnos en historias ajenas en la oscuridad de un cine, dejar de ser el que nunca está; o cambiar el tacto de un ingenio electrónico que nos dobla la espalda por el tacto de quien cuyo simple roce nos pone a mil.

Comentarios

Sergio ha dicho que…
AMÉN.
hijoeputa ha dicho que…
Pues a mí nunca me ha faltado costo en Agosto, supongo que por que veraneaba en Huelva y allí hay para dar y tomar. Eso sí, durante los primeros días del Ramadán sí que escasea un poco, conviene hacer aprovisionamiento antes.
Unknown ha dicho que…
Tu siguiente entrada podia ser sobre la goma de oklahoma, no?
Que viene a ser lo mismo.
Kacho ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Kacho ha dicho que…
Como dice un buen amigo al que le profeso gran cariño y del que espero que se dé por aludido: "a todos los pajaritos les gusta el alpiste".

Sois todos unos golfos. Que vivan las malas compañías.

Gracias, nenes.
Gonzalo g. Arroyo ha dicho que…
me ha gustado la entrada, muy golfa, y la foto también
VolVoreta ha dicho que…
Agosto tiene un "costo" demasiado elevado para mí...prefiero los once restantes.

Me ha encantado la entrada, sobre todo, la última frase...es la única droga lo suficientemente potente para hacerme flipar.

Te dejo un beso, Kacho.

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