Como lágrimas sin la lluvia
El otoño que no llega y el verano que no cesa andan con sus egos a la gresca sin tener piedad de la flora y la fauna que poblamos la Ciudad de las facturas. Ni gota de agua, ni rastro de frío. Consumen el mes de octubre enfrascados en un daca y toma por copar chácharas de barra de cafetería, de taxi y de ascensor. Como si no tuviésemos otra cosa de la que hablar… Con la que nos está cayendo y con la que no nos está cayendo. De las pocas cosas de las que podemos hablar, todo sea dicho, sin abrir nuevos frentes y sin abrirnos la frente.
Puta crisis. Por quitarnos, que no quede ni el otoño ensoñador. Los paseos sobre alfombras de crujientes hojas muertas, el viento que se pone bravo cuando huele el aroma afrutado del champú en tu melena y la azota con lujuria, sadismo y perversión; las lluvias purificadoras que nos despojan de esos recuerdos de verano disoluto, aún frescos, que solo echan raíces en esta época de reconexión a la rutina para recochinearse de la ortodoxia moral del frío que ha de venir… Parece mentira que uno siga añorando el bucolismo de las cosas. Con la que nos está cayendo. Con la que no nos está cayendo. Tía puta, la crisis.
No se conforma con teñirnos el futuro de negro, que ahora nos pinta el cielo de gris. Y no ese gris otoñal que tira a blanquecino y que llama a gritos a los melancólicos. No, no es ese. El gris de este cielo en crisis es la penitencia que pagamos por nuestro pecado altamente contaminante de progreso tecnológico. Es nuestra propia e inútil mano de pintura, que ni tapa desconchones ni agujeros, ni disimula grietas. Y no llueve ni gota. Ni a cántaros, ni de forma intermitente, ni txirimiri , ni torrencialmente, ni a mares. No nos está cayendo con la que nos está cayendo. Es como si el cielo nostálgico del otoño se hubiese quedado sin lágrimas y disimulase las penas con una hipócrita sonrisa impostada en forma de sol.
No sé si nosotros, mientras que no cae, lloramos o lloriqueamos por la que nos está cayendo. Salimos a la calle a protestar a los de arriba como si fuéramos cherokees danzando por la lluvia, porque la ausencia de precipitaciones nos precipita a un ambiente corrupto que nos asfixia y nos petrifica las vías respiratorias. Salimos a la calle a pedirles que dejen de ahogarnos, que nos dejen respirar. Les reclamamos un poco de la lluvia que han acumulado con tanto afán a costa de dejarnos secos. Nos mojamos sin mojarnos. Pero ellos andan enfrascados como el verano que no cesa y el otoño que no llega, negándonos la lluvia, envileciendo el ambiente, ennegreciendo las vistas, haciendo menos soportable cada día por venir.
Esa lluvia que no llega tiene que arrasar la mugre acumulada, alimentar la tierra seca para que vuelva a brotar vida de ella, aclarar el horizonte para que de nuevo podamos ver algo en él. La lluvia que no llega debe aniquilar a los agentes tóxicos que se hacen ricos y fuertes en este clima enrarecido, a costa de nuestra propia vida.
Puta crisis. Por quitarnos, que no quede ni el otoño ensoñador. Los paseos sobre alfombras de crujientes hojas muertas, el viento que se pone bravo cuando huele el aroma afrutado del champú en tu melena y la azota con lujuria, sadismo y perversión; las lluvias purificadoras que nos despojan de esos recuerdos de verano disoluto, aún frescos, que solo echan raíces en esta época de reconexión a la rutina para recochinearse de la ortodoxia moral del frío que ha de venir… Parece mentira que uno siga añorando el bucolismo de las cosas. Con la que nos está cayendo. Con la que no nos está cayendo. Tía puta, la crisis.
No se conforma con teñirnos el futuro de negro, que ahora nos pinta el cielo de gris. Y no ese gris otoñal que tira a blanquecino y que llama a gritos a los melancólicos. No, no es ese. El gris de este cielo en crisis es la penitencia que pagamos por nuestro pecado altamente contaminante de progreso tecnológico. Es nuestra propia e inútil mano de pintura, que ni tapa desconchones ni agujeros, ni disimula grietas. Y no llueve ni gota. Ni a cántaros, ni de forma intermitente, ni txirimiri , ni torrencialmente, ni a mares. No nos está cayendo con la que nos está cayendo. Es como si el cielo nostálgico del otoño se hubiese quedado sin lágrimas y disimulase las penas con una hipócrita sonrisa impostada en forma de sol.
No sé si nosotros, mientras que no cae, lloramos o lloriqueamos por la que nos está cayendo. Salimos a la calle a protestar a los de arriba como si fuéramos cherokees danzando por la lluvia, porque la ausencia de precipitaciones nos precipita a un ambiente corrupto que nos asfixia y nos petrifica las vías respiratorias. Salimos a la calle a pedirles que dejen de ahogarnos, que nos dejen respirar. Les reclamamos un poco de la lluvia que han acumulado con tanto afán a costa de dejarnos secos. Nos mojamos sin mojarnos. Pero ellos andan enfrascados como el verano que no cesa y el otoño que no llega, negándonos la lluvia, envileciendo el ambiente, ennegreciendo las vistas, haciendo menos soportable cada día por venir.
Esa lluvia que no llega tiene que arrasar la mugre acumulada, alimentar la tierra seca para que vuelva a brotar vida de ella, aclarar el horizonte para que de nuevo podamos ver algo en él. La lluvia que no llega debe aniquilar a los agentes tóxicos que se hacen ricos y fuertes en este clima enrarecido, a costa de nuestra propia vida.
No sé si ante eso, insisto, lloramos o lloriqueamos; pero mi sensación es que nuestras lágrimas caen en el pozo seco de la conciencia de los que nos tienen que escuchar. Los de arriba pensarán que nos basta con seguir bebiendo cervecitas en las terrazas que nunca cierran, pero la realidad es que nos estamos muriendo de sed. O es este cielo gris sin nubes el que nos está matando; que aunque haya perdido su color, no deja de ser inmenso y eterno, y hace que cada día parezca más difícil que todos estos malos momentos se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Comentarios
Te dejo un beso.
p.d. Espero que algún día olvides la palabra que dejé mal dicha; sabes que hablar se me da fatal, y que soy mejor con los pensamientos. Me gustaría que no te quedes aprisionado en un concepto equivocado de lo expresado si no con todo lo que he callado.
No hase farta disir más.
Qué tía más astuta la crisis!
Un abrazo lluvioso!
saludos!
Un abrazo y recuerda que tenemos un café pendiente.