Tiempo prestado






De entre todas las maneras de definir  la vida, siempre he preferido aquellas que hacen referencia a la frenética lucha que entablamos contra el paso del tiempo, a la carrera a contrarreloj con destino a nuestra propia muerte o al buen uso que estamos obligados a dar al tiempo que nos ha sido concedido. Malgasto mucho de esa vida en usufructo en imitar a las agujas de los relojes, centrifugando planteamientos para los que me falta materia gris, acerca de la archifamosa ecuación espacio-tiempo y sobre sus estrafalarios delirios, como pueden ser el destino o el azar. Miles de millones de tipos mejor o peor dotados que yo, se han sentido y se sienten pequeños ante dos de las tres variables que rigen la existencia de todo un universo, según se conoce hasta el momento;  y no cabe duda de que esos accesos físico-existencialistas brotarán como muñecas-repollo en las curiosas mentes de todos los que están por nacer y que lanzarán preguntas al viento por no saber a quién dirigirlas.

En mi catálogo personal siempre son tendencia las ínfulas divinas del mono mejorado.  El hombre de antaño estructuró el imparable paso del tiempo en diferentes sistemas de medida, en honor a fulanito o a menganito o a un determinado punto del espectro celestial. Sea como sea,  ha hecho todo lo posible por materializar el  tiempo en sus manos. Y aunque el tiempo sabe que pone el tablero, las fichas nos rebelamos intentando marcar las reglas del juego. Le pedimos que pare, que corra, que se detenga, que vuelva atrás, que cure, que sane o que no llegue.


Y ahora sí que lo hacemos retroceder. No es ciencia-ficción. Es ahorro energético. El maldito parné es tan descarado que osa cambiar el rumbo del viaje del Universo. No podía ser menos. La primera consecuencia es que nos regalan sesenta minutos más de vida que volverán a llevarse dentro de seis meses.

Y tengo aquí esa hora junto a mí pero no sé qué hacer con ella. La guardo en un joyero del que sale una bailarina coñazo y cursi que gira a trompicones sobre sí misma como las agujas de un reloj,  sin saber lo estúpida que es esa manera de perder el tiempo. Esa bailarina que duerme en la noche impuesta  al cerrar la tapa del joyero y que amanece de un sobresalto para reanudar la rutina de ese paso de baile de peonza inagotable,  cada vez que me da por abrirla. Casi como nosotros, que salimos de la cama cada día porque hay luz afuera y danzamos por el mundo sin diferenciar mucho un día del otro hasta que alguien cierra el joyero y vuelve a oscurecer.  Ojalá supiésemos alguna vez a capricho de quién.

Pero sigo sin saber qué hacer con esa hora prestada. Busco el modo de hacerla mía para siempre. O hacer algo genial con ella y devolver tan solo un mal rato cuando vuelvan a buscarla, pero el tiempo es ecléctico y nunca sabe bien en qué lado situarse.

Recuerdo aquellos días de vacaciones a los que rogué que no me permitiesen recuperar mi rutina; recuerdo la hora de volver a casa que quise esquivar siempre cuando jugaba de niño; recuerdo los momentos a los que supliqué quedar congelados y permanecer intactos para siempre; recuerdo los instantes que ya se fueron y persigo sin descanso para devolverlos a la vida; recuerdo la euforia y la ansiedad por la llegada de fechas que prometían felicidad; recuerdo las noches junto a ti en las que parecía desparecer el mundo,  a las que suplicaba que no dejasen salir al sol… Pero también recuerdo el deseo incontrolable de acelerar los segundos hasta volver a verte; recuerdo la obsesión que roba el sueño en esa noche que querría pasar como una página en blanco; recuerdo el miedo que  hace susurrar una letanía para que todo acabe pronto; recuerdo aquello que haría de otra manera si pudiese volver atrás, recuerdo la esperanza ilusa de que no hay mal que dure cien años y recuerdo las esperas que se disfrazan de eternidad.


Así que no sé si a esa hora le dará por ser algo memorable o un mal trago. No sé si será fugaz o si echará raíces. No sé si la recordaré hasta el fin de mis días o si se perderá en el lodazal del olvido. No sé si será pasajera o perenne, si dulce o amarga… No lo sé. Ahí sigue metida en su cajita, custodiada por una bailarina reincidente, coñazo y cursi; que pasa del reposo absoluto a la actividad frenética y de las tinieblas a la claridad con un solo golpe de tapa. Y visto de ese modo, esos sesenta minutos se me antojan toda una vida por vivir.


Comentarios

Verae ha dicho que…
El tiempo, como la vida, (o viceversa), son lo que son. El hombre se empeña en controlar ambos sin darse cuenta de que eso es imposible.
La vida es naturaleza y como tal actúa a su manera, con leyes propias, aunque pensemos que podemos intervenirlas, modificarlas o cambiarlas...no lo creo posible. Otra cosa es lo que podemos hacer con la parte que nos ha sido prestada. Aún así, mejorarla, modificarla a nuestro gusto o savoir faire siempre estará supeditado a tres factores: el entorno (circunstancias), el bagage (adn) y la conciencia.

En cuanto al tiempo...sólo es una palabra que el hombre se ha inventado para situarse (mejor o peor) en ese trozo prestado de naturaleza. Y si ahora nos falta es porque pretendemos demasiado. Porque, ¿Qué se puede hacer en una hora?... ¿Cruzar en bus, o en metro, una gran ciudad? ¿Un vuelo Madrid-Mallorca? ¿El desayuno de un funcionario?...Según cómo se mire, esa hora será laaaarga o nos parecerá demasiado corta.

Si observas bien dentro de tu cajita no verás nada, esa hora no existe; la bailarina sólo se mueve si le das cuerda.

Excelente Texto, ¿cuánto tiempo te llevó?

BsoT.
Natalia TF ha dicho que…
Da por bien empleado ese tiempo prestado, aunque tomado a crédito. Este texto es buena prueba de ello. Yo he sacado provecho también de parte de esa hora regalada, a débito, leyendo detenidamente tus reflexiones. Un abrazo enorme, el que te debo desde hace mucho mucho mucho tiempo.
Guille ha dicho que…
Kacho, amigo mío, libre eres de usar esos 60 minutos como te plazca, pero en esta época de promesas incumplidas yo te prometo que si tú gastas 30 minutos en escribir yo gastaré 30 de los míos en leerte.
Un abrazo.
Guille.
V ha dicho que…
Felices Fiestas, Kachito, no permitas que nadie te diga cómo y cuando tienes que gastar tu tiempo.

Te dejo un BsoT.

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