Cosas de arrieros





A mí no me paga la casa Ana Pastor. No me refiero a la ministra, qué locura, sino a la periodista que hasta hace poco salía en la tele, lo que no deja de ser otra locura. Tampoco me paga las mensualidades de la luz, ni las del agua, ni las del gas. No me paga la gasolina de la moto ni el bonobús. Es absurdo pensar que me paga las vacaciones, las juergas o los regalos que me toca hacer cuando ordena el calendario. No me voy a extender porque creo que ya se entiende que a mí Ana Pastor no me reporta ningún beneficio económico. ¿A santo de qué, entonces, tendría algo que decir sobre su destitución como directora y presentadora de Los desayunos de TVE? ¿Por qué poner el grito en el cielo cuando durante el último año, unos 6.000 periodistas han perdido su puesto de trabajo? ¿Por qué lamentar su cese si ella ganaba unos 150.000 € y esos otros quizás no llegasen a ser mileuristas? No son preguntas con breve respuesta.

El Partido Popular ha pisoteado la ley aprobada en 2006 por la que el presidente de la Corporación debía ser elegido mediante el consenso del Consejo de administración de RTVE. Con esta ley se pretendía acabar con las vendettas perpetradas por PP y PSOE cada vez que accedían al poder. El PP se sumó a esta iniciativa como partido de oposición y la ha aniquilado desde el Gobierno mediante un vergonzoso decreto ley, cinco meses después de llegar a la Moncloa, argumentando que eso mismo hizo el PSOE cuando González Ferrari y Urdaci fueron relevados de sus puestos directivos después del revés que sufrió el PP en las elecciones de marzo de 2004. Argumentan sobre todo, que su fin era desbloquear la elección de un nuevo presidente, atascada por el sistema de nombramiento de los miembros del Consejo que, como en todo consejo de este país, lo conforman hombres y mujeres de confianza de los partidos políticos en proporción directa a su representación parlamentaria. Los consejeros populares dieron la campanada en septiembre pasado, cuando propusieron tener acceso directo a la escaleta de los informativos y al sistema informático en el que los redactores escriben sus noticias. Esta medida provocó gran revuelo mediático y fue retirada. En resumen, tras fingir una aspiración de regeneración democrática, se han pasado la ley a la que se adhirieron por el forro.

Volvamos a Ferrari y a Urdaci y veamos por qué no tiene nada que ver su cese con los de Santiago Gonzalez (ya exdirector de TVE) y Fran Llorente (ya exdirector de informativos). La manipulación y la censura a la que sometieron Urdaci y Ferrari a TVE derivó en una sentencia de la Audiencia Nacional que obligaba al responsable de los Servicios Informativos a rectificar en antena sobre una información tergiversada. Algo insólito en la historia de la televisión en España. Tanto como el archifamoso "ce, ce, o, o" que se marcó el aún incipiente cómico que albergaba Alfredo, en una evidente muestra de rebeldía ante la justicia y desprecio por el sindicato al que se refería. Un guiño a sus patrones de la calle Génova. La sentencia marcó un hito, pero son muchos los méritos que esta pareja atesoró para gozar del favor del Gobierno y del partido que lo sustentaba. Creo que a nadie se le escapan los tratamientos que recibieron la Guerra de Iraq (planteamiento, nudo y desenlace), el desastre ecológico del Prestige, la tragedia del Yak-42 y sobre todo, las convulsiones sociales generadas por todos estos acontecimientos que, en menos de un año, socavaron la confianza de los españoles en el Partido Popular, y que tuvieron punto final con el 11-M y la obcecación perversa por atribuir a ETA la matanza. Urdaci se largó antes de su cese en un loable ejercicio de coherencia y dignidad, según mi punto de vista. 

El uso fraudulento de los informativos de la televisión pública no es feudo exclusivo de los populares. Se puede denominar como "herencia recibida", ese término que oímos a día de hoy con la misma frecuencia de los latidos del corazón. Lo de convertir TVE en un panfleto al servicio del Gobierno tiene su origen en el franquismo, qué duda cabe. Y ni Adolfo Suárez ni Felipe González tuvieron el arrojo ni la decencia de transformar la televisión estatal en una televisión de todos y para todos. Como el Anillo de Tolkien en los hombres, la caja tonta que se financia de nuestro bolsillo ejerce un hechizo irresistible sobre nuestros gobernantes y los embriaga de ambición y ansias de control sobre la voluntad y la libertad de pensamiento de los ciudadanos. Es una tentación a la que sucumbieron todos los que han pasado por las cómodas estancias palaciegas de Moncloa. Una dictadura intelectual que, en mayor o menor medida, siempre se impuso. Hubo honrosas excepciones como Iñaki Gabilondo, quien tuvo de lidiar con el golpe de Estado y a quien la inestabilidad política de aquel momento tan turbio, se llevó por delante en pocos meses. Pero que no se acabe este párrafo sin nombrar a Jordi García Candau y a María Antonia Iglesias, el último tándem socialista que dejó la credibilidad de los telediarios a la altura del betún.






¿Y no viene a ser entonces la destitución de Fran Llorente el siguiente paso lógico de la inercia que rige la historia de RTVE? Llorente era director de Las noticias de la 2 desde 1994, un informativo alternativo dirigido a una inmensa minoría, como rezaba aquella promoción de la extinta Segunda cadena rebautizada como La 2. Su santo y seña era un menor contenido político y la inclusión de temas que no tenían cabida en las ediciones de prime time. Todos sabéis que se sigue emitiendo para una audiencia fiel, a la que se unen nuevos espectadores. Llorente no era la opción deseada por el PSOE. El cargo le cayó de rebote debido a que Lorenzo Milá rechazó el ofrecimiento para dirigir la información de las cadenas. No tardaron en aparecer los cambios. Los informativos aliviaron su carga propagandística hasta el punto de que ninguna de las denuncias que el PP ha presentado en siete años, ha sido digna de admisión a trámite. Y no han sido pocas. Pero sí recuperaron el liderazgo de la audiencia y acumularon reconocimientos internacionales, colectivos e individuales, por la calidad y la transparencia de sus contenidos. Al tiempo, que ya los echaremos de menos. Nunca debía volver a darse un relevo en este planteamiento de formas. De ahí que se crease una corporación y una Ley de RTVE que hoy vemos hecha añicos.

Y entonces apareció ella. 

La estrella de esta nueva etapa era un formato innovador que todos conocemos: "59 segundos". Se hizo famoso por ese  "no te enrolles, Charles Boyer" en forma de disfunción eréctil del micrófono que daba y quitaba la palabra al personaje que debía contestar, en menos de un minuto, a las preguntas formuladas por un comando periodístico. Ana Pastor entró para substituir a Mamen Mendizábal cuando el programa llevaba dos años en antena. Era joven, era guapa, se veía resuelta ante las cámaras y ante periodistas de más amplio currículum que el suyo. Y sobre todas estas cosas demostró, y creo que esa ha sido su mayor valía, su habilidad y su tenacidad para que una pregunta no se resolviese con evasivas. OK. Paremos. ¿Quizás no debió presentar este programa un rostro de la casa que hubiese accedido a la misma por oposición? No nos engañemos. Una oposición no garantiza la selección natural de los mejores y, para ciertos puestos de trabajo, se exige algo más que una gran formación académica y un buen día en un examen; y además, la producción era de Globomedia.

Yo conocí a Ana Pastor en un viaje en 2005. La única vez que hablé con ella fue en la parte trasera de un transporte militar por las montañas de Paquistán, en una zona devastada por un terremoto. Un intercambio de palabras para romper el silencio, en el que me contó con entusiasmo que dedicaba sus vacaciones a viajar a misiones humanitarias. No recuerdo mucho más, pero me sorprendió ver esa cara conocida al frente del programa, aunque lo cierto es que durante aquel viaje se le veían maneras de gran periodista. Me dedico a esto desde hace años. No es una falacia lo que digo.

En 2009, substituyó a Pepa Bueno en la dirección y la presentación de Los desayunos de TVE. Cualquiera que siga con interés la información televisiva sabe que la forma de entrevistar de Pastor no se puede comparar con la de otros muchos compañeros de profesión a los que la boca les huele a culo. Muy pocas veces he visto a los políticos enmarañados en sus propias mentiras y sus propias contradicciones, acorralados por una periodista de rostro dulce y lengua de látigo que pregunta y repregunta, que agarra al personaje cuando intenta la huida, que lo devuelve al ring y sigue dándole la tunda. Eso, en toda mi vida, lo he visto muy pocas veces. Y he disfrutado mucho viéndolo a diario de nueve a diez. Con el morbo de averiguar por dónde iba a salir del envite el valiente que accediera a sentarse en aquel potro de tortura para embusteros en el que se convirtió la silla del entrevistado de turno. Y sin diferencia de trato por el bando al que representaban. Sé que la derecha aplaude el cese después de años de acusaciones sin fundamento. A nadie creo que se le escape la afición por el engaño de los miembros del partido que nos gobierna. Nos lo dan como desayuno, almuerzo, merienda, comida, cena y recena. No entro a valorar lo que provenga en este caso de sus millones de acólitos reaccionarios. Los hechos son evidentes y cualquiera tiene acceso a los vídeos en los que Ana Pastor incomoda en pantalla a unos y a otros, hasta el punto de que alguno llega a perder los papeles ante la presentadora. Yo tengo una teoría al respecto: a mayor mentira, mayor acoso. Ese era el baremo real, no la ideología. Con quien duerma  y a quien vote me la trae flojísima, siempre que no se plasme en su trabajo. Y por mucho que se empeñen en decir que así era, no ha habido persona que más diese por el saco a todo el mundo. Eso, en periodismo, es buena señal. Mejor que tener una lengua viperina adicta al exabrupto y al escándalo en beneficio de un sector y en detrimento de otro, que es lo que gusta. Ni el impronunciable presidente de la Irán ni el populista Correa, amigo del cierre de bocas opositoras, amilanaron la actitud incisiva de la periodista. Esos instantes televisivos son un triunfo del periodismo y se ven en tan contadas ocasiones como el cometa Halley. 

Ok. Paremos. ¿No es excesivo el sueldo percibido en una televisión pública? Puede ser. Pero también creo que un cargo tal genera afectos y animadversiones personales que todos conocemos y que, en el presente que vivimos, invaden las redes sociales y las columnas de opinión. Halagos y amenazas que no caen en saco roto y que sitúan a un profesional de la comunicación en el ojo del huracán. Convertirse en ese objeto de filias y fobias tiene un coste personal y entiendo, aunque me parezca exagerado, que es el dinero el que compensa los desequilibrios que provoca una situación así.




Pepa Bueno dejó la segunda edición del telediario sabiendo que solo le quedaban un par. La editora del mismo ya no lo será más. Con Ana Pastor sale Xavier Fortes, otro profesional que supera por goleada a Julio Somoano. Como todos los que ha despedido a primera orden de saludo y a golpe de tacón. Un conocido de la televisión de Esperanza Aguirre y de los debates de Intereconomía, en los que ha dejado bien claro cuál es su pie bueno y con cuál cojea. No ha tardado en ejecutar la criba que le ha sido encomendada. Una limpieza étnica anunciada y programada desde los púlpitos de la derecha y que responde -¿cómo no?- a los principios de pluralidad con los que pretende manejar los hilos de los informativos de TVE.

Claro que no me da de comer Ana Pastor. Pero ha renunciado a un sueldo público por hacer pasillos mientras estuviera a la espera de un nuevo proyecto, mientras que  Somoano tuvo que abandonar su plaza en RNE después de fichar por Telemadrid obligado por una sentencia judicial. Un sueldo público no debía ser suficiente para él. Claro que el de Pastor no es un caso único. Pero el golpe de mando que se la lleva por delante, arrasa también con un modo de hacer periodismo en la televisión pública que adquirió con ella, y con otros como ella, la difusión necesaria para establecer unos principios inquebrantables, fuera de las garras de los partidos políticos. Arrasa también con el sueño de una televisión independiente, como existe en esos países que nos ponen como ejemplo cuando nos quieren culpar de la situación actual. Arrasa con la esperanza de acabar con algo tan ridículo como que sea quien gobierna el que decida quién nos va a contar lo que pasa. Deben ser cosas de arrieros que se citan en el camino solo por serlo.

Comentarios

Verae ha dicho que…
Pues no encuentro nada más que añadir...
Tampoco me sirve de consuelo saber que TVE ha pasado de ser la cadena más vista al tercer puesto, por detrás, incluso, de noTele5. Personalmente, ya no me fío de lo que me cuentan desde hace muchas lunas, pero si quiero permitir que me cuenten algo pongo El Intermedio que, al fin y al cabo, cuenta la verdad.

BsoT.
Unknown ha dicho que…
Chapño tio, asi se analiza un caso que, al menos a mi, me ha revuelto las tripas
Natalia TF ha dicho que…
bravo! así se analiza, así se argumenta y así se escribe,... que gustazo, nuevamente, leerte... comparto en mi FB para el deleite de muchos, seguro. Un abrazo.
Unknown ha dicho que…
queria poner CHAPÓ jijiji
Kacho ha dicho que…
Yo creía que querías poner Cano...
Gracias a todos por la visita y los comentarios

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