Salvapatrias y salvapantallas.






                                                              Front page (Billy Wilder, 1974)

      
Tiene sus peligros abusar del sillón. Excedido el descanso, no solo abotarga el cuerpo, oxida los músculos y entumece las articulaciones; sino que la quijotera se seca y se acomoda a la casi siempre placentera cuadratura del culo y los genitales. Para apoltronarse en el sillón no es necesario estar en casa. La "antiergonómica" silla de la oficina, la dicharachera butaca del bar, el funcional asiento del coche, el romántico banco del parque, el "sobreacogedor" sofá de la casa del suegro o incluso el estar de pie; pueden provocar ese mismo efecto narcótico en las neuronas. El sillón no es un objeto físico. Es una actitud mental que además siempre se ha relacionado estrechamente con la televisión, la poderosa Afrodita conocida como caja tonta. Con el devenir de los tiempos ya es tan tonta la pantalla de un ordenador como la pantalla de un teléfono móvil, por muy inteligentes que sean ambos. Su poder hipnótico e idiotizante está sobradamente demostrado. Sus encantos irresistibles han dejado obsoleta a la vieja tele y nos damos a sus bondades con mayor vehemencia y frecuencia que a los placeres de la carne. Un vehículo idóneo para activar el "modo sillón" y entregarnos sin pensar a lo que otros piensan.



       
    2 de febrero de 2013. Interior de la sala de prensa de la sede nacional del PP, durante la intervención televisada de Mariano Rajoy ante el Comité Nacional del partido. Fotografía: Kacho


   Mariano Rajoy Brey ha devuelto al televisor parte de la infamia parcialmente perdida, con ese par de apariciones catódicas que tanto dieron y siguen dando que hablar. Una, el 2 febrero; y la otra, el 3 de abril. Lamento quitarle el mérito de la autoría de tan polémica idea, pero fueron los gabinetes del PSOE quienes pusieron en práctica esta brillante genialidad. Y de esto hace más de una década. Yo empecé a cubrir información política nacional en 2002. Por aquel entonces, los partidos (y por supuesto que me refiero a los dos grandes partidos políticos) decidieron realizar por sí mismos las señales televisivas de sus eventos y actos, y ofrecerla (casi siempre de forma gratuita) a los medios de comunicación a cambio de de que ninguno de ellos pudiese grabar sus propias imágenes del acto, salvo en esos microespacios de tiempo, inferiores a un minuto, en los que se permite la entrada de cámaras de vídeo y foto, y que coloquialmente se conocen como "mudos". Su nombre explica la esencia del producto. Son imágenes de algún acontecimiento concreto de interés informativo (reuniones de ámbito político mayoritariamente) en las que no va a haber declaración hablada. Si por los organizadores fuera, no se permitiría el registro de sonido, algo a lo que afortunadamente, siempre nos hemos opuesto.

   El mudo es un concepto de trabajo asentado internacionalmente y usual en el día a día de cualquier reportero gráfico. El mudo cumple varias funciones bastante beneficiosas para la imagen de los que organizan:

   -Cuando las cámaras acceden a la estancia en la que se produce el acto que se pretende cubrir, la escena ya ha sido preparada (con bastante teatralidad en la mayoría de las ocasiones). Es por ello que resulta casi imposible que se produzca una imagen no deseada. Solo la torpeza de los protagonistas provoca el desvío de un guión estudiado y establecido.

   -Se controla y se filtra el acceso de los reporteros gráficos mediante acreditación previa, con lo cual es mucho más fácil establecer un control sobre qué se hace con la información obtenida del mudo, en pos de actuar en consecuencia si es que el organismo que convoca a los medios no queda satisfecho con el resultado de la labor de los mismos. Esto abarca desde el toque de atención, ¨la llamada¨ que expresa esa disconformidad, hasta el veto de entrada. Esto no es frecuente, pero todos conocemos más de un caso al respecto.

  -Se ofrece un falsa imagen de transparencia, puesto que el acto del que se informa parece estar sometido a luz y taquígrafos, cuando en realidad nadie sabe qué ocurre una vez que desaparecen esos buitres con aparatos caros que ejercen de testigos.

   Los medios de comunicación han establecido un protocolo en las coberturas de las reuniones internas  de los partidos, también conocidas como comités:

   -Llegadas. Los dirigentes del partido llegan a la sede y una horda de periodistas hambrientos de titulares los abordan en la puerta. Se producen melés como las que se ven en los campos de rugby, mucho frote cuerpo contra cuerpo en torno al preguntado, oculto por una manada de hienas con micrófonos, cámaras y grabadoras; que pregunta sandeces e indiscreciones. Últimamente, el PP envía a los agentes antidisturbios para librar a sus miembros de este acoso despiadado.

   -Mudo. Los componentes del órgano de dirección del partido presiden la reunión como si estuviesen en un banquete de boda. Todo el mundo sonríe o impone un gesto circunspecto, según el cariz que marca la reunión. Por ejemplo, eran excesivas las sonrisas en los mudos del PP después de las elecciones, incluso las carcajadas. Podíamos ver hasta los empastes que escondían en sus bocas y todo parecía apuntar a que aquellas reuniones de trabajo podían terminar en orgía. Pero de un tiempo a esta parte, sus rictus se han compungido. Ya no se respira ese ambiente jaranero de un año atrás. Es más, uno entra allí y cree haber abierto una lata de berberechos caducados. El PSOE estaba triste hace quince meses. Hoy esboza un tímido gesto parecido a la sonrisa, pero podría igualmente tratarse de estreñimiento.

   -Intervención del máximo dirigente del partido, abierta a los medios. Así es como se anuncia en la convocatoria de prensa y esto es lo que vienen a ser esas mal llamadas "rueda de prensa sin preguntas", esas apariciones en una pantalla de plasma. Para todos aquellos medios que no pueden tener acceso a esa señal en sus redacciones o salas de control, se habilitan las salas de prensa de las sedes, donde además, se facilita la posibilidad de grabarla, siempre y cuando uno lleve su propio magnetoscopio portátil. Quiere decir esto, que la imagen de Rajoy, Zapatero, Aznar, Rubalcaba o la prima de todos ellos; hablando en una televisión colocada en el estrado de una sala de prensa ante un grupo de periodistas, es más vieja que "Saber y ganar" y tan frecuente y habitual como la mañana, la tarde y la noche. Es más, es algo que siempre se ha recibido por la prensa con agrado y satisfacción, puesto que permite conocer y difundir parte de lo que se dice dentro de una reunión a la que no se tiene acceso y hace más fácil el trabajo. Nunca hubo protesta alguna, porque ni ha sido ni fue una rueda de prensa sin preguntas, ni nadie lo interpretó así hasta el día de hoy. Ahora, esta señal retransmitida en directo se puede seguir desde cualquier redacción y cualquier hogar, puesto que TVE rebota esa señal a todos los "sillones" del país. Y ahí radica la confusión y la polémica: parece ser que la información es algo muy peligroso en función de qué manos sean la que la manejan.

   En resumen, ¿es, por tanto, una práctica nueva lo de las intervenciones televisadas? No. Por mi parte, tengo consciencia de ellas desde hace diez años.

   ¿Es una práctica exclusiva del PP y de Mariano Rajoy Brey? No. Ni siquiera son sus inventores. Y este modo de cobertura ha trascendido a muchos más ámbitos de los que os imaginéis. Hasta a las asambleas quincemayescas, donde se restringía o prohibía el acceso a todo tipo de cámaras, mientras se podían ver "on line", en sus canales de TV afines.

   Y lo más importante. ¿Es una rueda de prensa? No. Rotundamente, no. Y todos los periodistas que acuden lo saben. Los periodistas somos idiotas por muchos motivos, pero no por ese, no.


    Discrepo abierta y radicalmente de este tipo de protocolos, de este periodismo de declaraciones y palabras, de esta avidez de continentes sin contenido, de este hambre de información de consumo inmediato que se deshace en el cerebro después de entrar por los sentidos. Pero también discrepo de las posiciones que han surgido desde un "modo sillón", pretendiendo desmarcarse, precisamente, de un supuesto "modo sillón" del que se nos acusa a los que acudimos a la cobertura de estos actos. En las dos ocasiones en las que se tuvo conocimiento previo de estas últimas apariciones televisadas del presidente, eldiario.es, periódico digital dirigido por Ignacio Escolar, anunció en su web que no enviaría a ningún trabajador de su empresa a esa erróneamente denominada rueda de prensa. Bien, cuando uno abandera tantas causas, corre el peligro de que tanta bandera deje ver muy poco de sí mismo.. Este último pantallazo de Rajoy tuvo lugar un miércoles. El mismo lunes anterior hubo una intervención televisada idéntica en la sede del PSOE, protagonizada por Rubalcaba. Sin polémica, sin difusión, sin bombo, ni autobombo. Pero aquel miércoles, nadie de ese medio acudió a esa sala de prensa a rebosar, en la que decenas de informadores gráficos tomaban imágenes de esa escena (quizás digna de oprobio, pero no tan inaudita como nos hacen creer) y que ofrecían a los ciudadanos en estricta preservación de su derecho a estar informados de primera mano. El Sr. Escolar y su diario, no cedieron a la posibilidad de que la gente migrase a otro medio para obtener esa información, por lo que elaboró la noticia a la que dijo no haber asistido y difundió la foto de una agencia que sí había acudido al lugar en el que se producía. Es decir, dio cobertura a la noticia siguiéndola desde la redacción y dejando de atestiguar los hechos anteriores y posteriores al pantallazo. Algo intrínseco a la labor periodística es ser testigo directo de los acontecimientos siempre que así sea posible. Digamos, incluso, que es algo sagrado. 





     
           2 de febrero de 2013. Día del primer polémico pantallazo de Rajoy. La calle Génova está desierta y cortada a la circulación de personas y vehículos, como medida preventiva ante las protestas anunciadas por ciudadanos. Esta imagen no pudo ser tomada por ningún periodista que no hubiese acudido al lugar de la noticia. Fotografía: Kacho.


   Pero el "modo sillón" estaba activado. Una de sus características es que presta demasiada atención al alboroto de las sentencias ruidosas y lapidarias. Por cualquier parte de la red se podían leer las acusaciones de borreguismo, de pleitesía rendida, de servilismo y pancismo; que se emitían contra los que no habíamos seguido el boicot informativo que promovía Escolar desde su diario, en claro enaltecimiento, y casi canonización, de esta postura por parte de todos los que daban a la tecla aquí y allá. Lo que me más me llamó la atención fue la minoritaria cantidad de personas que sentían que el hecho de acudir a la cobertura de aquella cosa tan indefinible y tan indefinida que tuvo lugar en el número de 13 de la calle Génova, suponía la garantía de su derecho a ser informadas. Y de primera mano, algo fundamental. Y es que ningún periodista tiene el derecho de decidir si cubre una noticia o no, por el hecho de que esta se dé en la forma que el informador desea que se produzca. Mucho menos, cuando lo que está ocurriendo en realidad es que el periodista está cambiando a propósito la denominación del evento, a sabiendas de la confusión y el embrollo que genera al hacerlo o de la corriente de opinión que está creando. Mucho peor, cuando se está atribuyendo una integridad profesional que no se corresponde a lo torticero de su actitud, y por supuesto, a la vileza de permitir tachar de malos profesionales a sus propios colegas, consciente en todo momento, de lo diferente que es lo que sucede a lo que está contando. 

   Se ha puesto de moda adscribirse al #sinpreguntasnohaycobertura. Eso no vale un carajo. Uno va, formula las preguntas y si no recibe respuesta, las deja en el aire. No le priva al lector o espectador de ellas. Y además, una pregunta sin respuesta no desmerece por sí misma el valor de una declaración en boca del personaje de turno. Los días de marras de nuestro Rajoy más catódico, muchos periodistas fueron a la sede del PP a freír a preguntas a todo el que se ponía a tiro. Como he mencionado, soportando violencia policial por realizar un trabajo constitucionalmente reconocido y protegido. No hicieron una sola pregunta los que habían anunciado que no acudían a la supuesta farsa montada por el PP, porque no estaban allí. Ni se enteraron de toda esa información que se da "off the record", ni de esas voces disonantes, de esos versos sueltos que hay en todos los partidos y que aportan el jugo de la información, el hilo del que tirar… Optaron por un pretendido gesto de cara a la galería, falso y hueco  como un programa electoral del partido que nos gobierna, y se aprovecharon del trabajo ajeno para acabar haciendo lo mismo que hicieron los que no siguieron su ejemplo: publicitar el discurso de Rajoy. Con una diferencia: ese abrazo a una cruzada inexistente era digna de unos salvapatrias, igual que ese otro salvapatrias que pasará a la Historia como un salvapantallas.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Una vez más amigo Kacho, me quito el sombrero y lo balanceo alrededor de mi cintura a la vez que inclino mi cuerpo hacia delante.

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