Los viejos rockeros.
No todas las historias tienen un principio emotivo que evoque la nostalgia. La mía con mi profesión, sí. O al menos a mí me resulta así. Soy reportero gráfico e hijo de reportero gráfico. Cuando mi padre traía la cámara a casa, agotaba las baterías encendiéndola clandestinamente de madrugada y mirando por el visor, aunque sólo mostrase la negrura de la casa a oscuras y unas letras con las que me familiaricé mucho tiempo después, "low light". A veces, mi padre tenía la suerte de pillarme y recargar las baterías a tiempo. En otras, se las llevó más tiesas que la mojama y no lo descubrió hasta el momento de grabar. Eso fue lo primero que me dio a conocer en el gremio.
También recuerdo las batallas que contaban mi padre y sus compañeros. Acontecimientos narrados en primera persona, que más tarde descubrí en los libros de Historia. Pocos personajes de ficción despertaban más interés en mí que esos tipos de insanas costumbres que hablaban muy alto, fumaban como chimeneas y bebían como cosacos. Me acostumbré a que mi padre no trajese regalos a la vuelta de sus viajes. Siempre decía que donde él iba, no había mucho que comprar. A veces nos ocultaban a mi hermana y a mí el destino o la razón real de su partida. Sin embargo, esperaba su regreso con el deseo de disfrutar del momento en que el salón se quedaba a oscuras y mi padre proyectaba las diapositivas que me abrían los ojos al mundo que desconocía y a la imaginación. Así aprendí que la piel de los hombres podía ser de diferentes colores, que tenían costumbres incomprensibles para mis ojos de niño; que existían las selvas, los desiertos y un montón de países que se repartían en diferentes continentes. Los mapas se convirtieron en una obsesión para mí. Me pasaba horas dando vueltas al globo terráqueo luminoso, localizando los lugares que mi padre visitaba; y cuando en el colegio empezaron a enseñarnos geografía, era imposible hacerme callar en clase, y repetía como una cacatúa todo lo que mi padre me había enseñado en sus fotografías.
Mi padre me enseñó que las guerras no eran un juego, sino el fracaso más absoluto de la humanidad de los hombres. Que había muchas situaciones injustas y que la vida es un juego macabro en el tu suerte depende, en gran medida, del lugar en el que hayas nacido. Cuando regresaba de ciertos lugares, pasaba días en los que apenas hablaba. Es algo que sólo pude entender con el paso de los años.
Veía con él los reportajes que realizaba, cuando los emitían en TV. Aún me pone la piel de gallina escuchar el tema de Vangelis que "En portada" utiliza como sintonía desde hace 25 años. La mezcla de aquellas imágenes con el anecdotario que traían consigo, hacía estallar mi fantasía. Copiaba las acreditaciones de prensa de los lugares más exóticos y les ponía mi nombre.
Fue en 1985, cuando unas imágenes que Evaristo Canete grabó en Colombia, golpearon al mundo. La erupción del volcán Nevado del Ruiz provocó una tromba de lodo que sepultó por completo la provincia de Armero y se afanó 23.000 vidas. Algunas tragedias tienen rostro. La de aquella quedó para siempre encarnada en la mirada agónica de la niña Omaira Sánchez, atrapada por un muro de su propia casa, sostenida de una mano por un madero para no hundirse en el agua que la cubría hasta el cuello. Creo que ahora ya sabéis de qué imágenes hablo. Dice Canete que no hay día en que no recuerde a aquella niña. Fue entonces cuando tuve claro lo que quería hacer en la vida. Y a ese recuerdo recurro cuando la tensión o el peligro, incluso el aburrimiento y el hastío; requieren que saque un coraje especial para trabajar.
Quizás sea Canete el más popular de los reporteros de este país. Pero también está Márquez, a quien inmortalizó Pérez Reverte en "Territorio comanche". O el recién y tristemente desaparecido Juan Verdugo, que le dio tres vueltas al mundo y a quien su relación siamesa con Miguel de la Cuadra Salcedo, tan sólo le otorgó la milésima parte del reconocimiento que su impresionante trayectoria merecía. O el pionero Emilio Polo, compañero de fatigas de Enrique Meneses. O Mata, Custodio, Maellas, Carranza, Carrascal, "El Manchego", Laureano, Zúñiga, León, Mínguez, Ovalle... y una prolongada lista que omito por falta de espacio, pero no de méritos. Que me perdonen, aunque saben el cariño que les profeso. Pero no puedo dejar de mencionar a la persona que me lo enseñó todo y que desde el silencio de su retiro, sigue desvelado por saber lo que estoy haciendo, Manuel Pedregal, mi maestro. Todos ellos eligieron un lado de la cámara para contar la realidad. Un lugar apartado de la fama efímera que da la TV, aunque ellos mismos la fabricasen.
A día de hoy, el periodismo televisivo no tiene similitud alguna con el de épocas anteriores. Los grandes grupos mediáticos, la politización de las cadenas y el maquiavélico poder del dinero; han aniquilado el espíritu romántico de aquellos años. Los viejos reporteros de aquella época no habrían alcanzado la categoría de mitos en nuestros días. Las circunstancias son demasiado aciagas. Es más, hay mastuerzos que les miran con la insultante prepotencia de la juventud, como quien mira un trasto ajado en desuso. Como viejas glorias enclaustradas en el recuerdo de un pasado mejor. Esa es la majadería de la que hace gala este país. Por ello, a aunque les cueste reconocerlo, su jubilación anticipada les ha librado de la mierda que nos asfixia a diario.
Se acabaron los viajes, los grandes reportajes y las grandes historias para nosotros. Hacemos basura informativa en un alto porcentaje. Pero también se acabó, y quizás de forma justificada, la confianza que la gente depositaba en nosotros, los periodistas. En una manifestación reciente, había engendros que buscaban al equipo de TVE para insultarlos. Es triste salir a la calle y ser el objeto de las fobias de la gente que te agrede, física o verbalmente, por tu filiación laboral. Ya lo he dicho muchas veces. Aunque es injustificable, es la consecuencia implícita del uso torticero que hacen de la prensa sus propios responsables. Los que se llevan la pasta, los premios y el prestigio, no siempre merecido.
Los que han sido nuestros ojos durante tantos años, merecen que en estos tiempos tan deshumanizados, tengan hoy un espacio en esta casa, ya que si tenemos memoria de tantas y tantas cosas, quizás fue porque un reportero lo estuvo grabando.
Siempre pongo alguna fotografía propia o de otros. Hoy no. Hagámonos a la idea de un mundo sin imágenes para darle la importancia que tienen. Ni menos, ni más.
También recuerdo las batallas que contaban mi padre y sus compañeros. Acontecimientos narrados en primera persona, que más tarde descubrí en los libros de Historia. Pocos personajes de ficción despertaban más interés en mí que esos tipos de insanas costumbres que hablaban muy alto, fumaban como chimeneas y bebían como cosacos. Me acostumbré a que mi padre no trajese regalos a la vuelta de sus viajes. Siempre decía que donde él iba, no había mucho que comprar. A veces nos ocultaban a mi hermana y a mí el destino o la razón real de su partida. Sin embargo, esperaba su regreso con el deseo de disfrutar del momento en que el salón se quedaba a oscuras y mi padre proyectaba las diapositivas que me abrían los ojos al mundo que desconocía y a la imaginación. Así aprendí que la piel de los hombres podía ser de diferentes colores, que tenían costumbres incomprensibles para mis ojos de niño; que existían las selvas, los desiertos y un montón de países que se repartían en diferentes continentes. Los mapas se convirtieron en una obsesión para mí. Me pasaba horas dando vueltas al globo terráqueo luminoso, localizando los lugares que mi padre visitaba; y cuando en el colegio empezaron a enseñarnos geografía, era imposible hacerme callar en clase, y repetía como una cacatúa todo lo que mi padre me había enseñado en sus fotografías.
Mi padre me enseñó que las guerras no eran un juego, sino el fracaso más absoluto de la humanidad de los hombres. Que había muchas situaciones injustas y que la vida es un juego macabro en el tu suerte depende, en gran medida, del lugar en el que hayas nacido. Cuando regresaba de ciertos lugares, pasaba días en los que apenas hablaba. Es algo que sólo pude entender con el paso de los años.
Veía con él los reportajes que realizaba, cuando los emitían en TV. Aún me pone la piel de gallina escuchar el tema de Vangelis que "En portada" utiliza como sintonía desde hace 25 años. La mezcla de aquellas imágenes con el anecdotario que traían consigo, hacía estallar mi fantasía. Copiaba las acreditaciones de prensa de los lugares más exóticos y les ponía mi nombre.
Fue en 1985, cuando unas imágenes que Evaristo Canete grabó en Colombia, golpearon al mundo. La erupción del volcán Nevado del Ruiz provocó una tromba de lodo que sepultó por completo la provincia de Armero y se afanó 23.000 vidas. Algunas tragedias tienen rostro. La de aquella quedó para siempre encarnada en la mirada agónica de la niña Omaira Sánchez, atrapada por un muro de su propia casa, sostenida de una mano por un madero para no hundirse en el agua que la cubría hasta el cuello. Creo que ahora ya sabéis de qué imágenes hablo. Dice Canete que no hay día en que no recuerde a aquella niña. Fue entonces cuando tuve claro lo que quería hacer en la vida. Y a ese recuerdo recurro cuando la tensión o el peligro, incluso el aburrimiento y el hastío; requieren que saque un coraje especial para trabajar.
Quizás sea Canete el más popular de los reporteros de este país. Pero también está Márquez, a quien inmortalizó Pérez Reverte en "Territorio comanche". O el recién y tristemente desaparecido Juan Verdugo, que le dio tres vueltas al mundo y a quien su relación siamesa con Miguel de la Cuadra Salcedo, tan sólo le otorgó la milésima parte del reconocimiento que su impresionante trayectoria merecía. O el pionero Emilio Polo, compañero de fatigas de Enrique Meneses. O Mata, Custodio, Maellas, Carranza, Carrascal, "El Manchego", Laureano, Zúñiga, León, Mínguez, Ovalle... y una prolongada lista que omito por falta de espacio, pero no de méritos. Que me perdonen, aunque saben el cariño que les profeso. Pero no puedo dejar de mencionar a la persona que me lo enseñó todo y que desde el silencio de su retiro, sigue desvelado por saber lo que estoy haciendo, Manuel Pedregal, mi maestro. Todos ellos eligieron un lado de la cámara para contar la realidad. Un lugar apartado de la fama efímera que da la TV, aunque ellos mismos la fabricasen.
A día de hoy, el periodismo televisivo no tiene similitud alguna con el de épocas anteriores. Los grandes grupos mediáticos, la politización de las cadenas y el maquiavélico poder del dinero; han aniquilado el espíritu romántico de aquellos años. Los viejos reporteros de aquella época no habrían alcanzado la categoría de mitos en nuestros días. Las circunstancias son demasiado aciagas. Es más, hay mastuerzos que les miran con la insultante prepotencia de la juventud, como quien mira un trasto ajado en desuso. Como viejas glorias enclaustradas en el recuerdo de un pasado mejor. Esa es la majadería de la que hace gala este país. Por ello, a aunque les cueste reconocerlo, su jubilación anticipada les ha librado de la mierda que nos asfixia a diario.
Se acabaron los viajes, los grandes reportajes y las grandes historias para nosotros. Hacemos basura informativa en un alto porcentaje. Pero también se acabó, y quizás de forma justificada, la confianza que la gente depositaba en nosotros, los periodistas. En una manifestación reciente, había engendros que buscaban al equipo de TVE para insultarlos. Es triste salir a la calle y ser el objeto de las fobias de la gente que te agrede, física o verbalmente, por tu filiación laboral. Ya lo he dicho muchas veces. Aunque es injustificable, es la consecuencia implícita del uso torticero que hacen de la prensa sus propios responsables. Los que se llevan la pasta, los premios y el prestigio, no siempre merecido.
Los que han sido nuestros ojos durante tantos años, merecen que en estos tiempos tan deshumanizados, tengan hoy un espacio en esta casa, ya que si tenemos memoria de tantas y tantas cosas, quizás fue porque un reportero lo estuvo grabando.
Siempre pongo alguna fotografía propia o de otros. Hoy no. Hagámonos a la idea de un mundo sin imágenes para darle la importancia que tienen. Ni menos, ni más.
Comentarios
Saludos
He puesto un enlace a esta entrada en nuestro blog-concurso: foterosmanchegos.blogspot.com.
Para que todos nos conozcamos, y no siempre escuchemos lo mismo.
No te doy mi opinión porque ya me conoces y a veces sobran las palabras.
Los viejos rockeros nunca mueren.
Muy emocionante leerte. Y bueno debemos creer un poco más en nosotros, el rock´n´roll, tiene ese grado de honestidad brutal, además se lo debemos a esos maestros, a esos viejos.
No creo que exista un buen profesional sin un buen maestro, eso que ignoran ciertos jóvenes... Y no se es buen profesional sin ser medianamente buena gente.
Aunque llevas razón, la tele, el cine, el periódismo...esta convertido en puro canivalismo.
En que sé que sobresalen las buenas personas, sin premios es verdad, pero que mejor reconocimiento que el cariño de tus compañeros y el corazón limpio.
Saludos y queda rock´n´roll, amigo del metal..
Fotera manchega.
Vaya decripción de la imagen de la niña. Si tus imagenes graficas son como tus imagenes literarias, eres muy bueno.
Un saludo.
Es muy lamentable a dónde han llegado los medios de comunicación, aunque yo les llamaría de confusión, un medio con tantísimo poder que ahora se dedica a "aborregar a las masas". Lo peor es que ocurre lo mismo en todos las profesiones...llevando al desencanto a quienes, como tú, les gustaría hacer cosas interesantes, lúcidas e innovadoras...
Y, los pocos programas que valen la pena tienen unos horarios que no hay quién pueda verlos.
Espero que todo esto vuelva a cambiar porque así no vamos a ninguna parte.
Cómo olvidar a la niña Omaira?...aún me estoy preguntando cómo nadie intentaba sacar el agua de aquel "charquito" para que no le llegase a los labios....
Me voy emocionada.
Te dejo un beso.
Felicidades por el post, es de los que valen la pena, y mi reconociento a profesionales como tu padre, un gran tipo, seguro.
Un saludo!
Fotografías.
A este post.
No le hacían ninguna falta.
Tus palabras rebosan píxeles y son más contundentes que cualquier imagen con la que las hubieras podido acompañar.
Si consigo pasar el puto (perdón!) examen imprimiré este post y cerraré (con elegancia y contundencia como has hecho tú) la boca de más de uno. Gracias.
Un placer haberte leído.
Eres "una puta" nostálgica, pero te salva el amor a lo que haces, aunque te quieras hacer el duro.
Es bueno, muy bueno, como casi todo lo que escribes, pero eso ya lo sabes.
Eres quien eres porque tu padre es quien es y hace tiempo que has encontrado un camino propio.
Cuando no te sumerges en la semidepresión de la luna llena o de los pelos de alguien y te da algún ataque de lucidez, nos sorprendes gratamente a todos...
Te quiero "por ser vos quies sois" y con todas las subidas y bajadas de tu particular montaña rusa.
¡¡Nos vemos!!
Dani.
Yo también decidi en su día y siendo todavia un niño que cuando fuera mayor queria hacer lo mismo viendo las imagenes de canete...
y no puedo estar más de acuerdo con el final de tu escrito, eso se acabó y nunca volverá, ya no se hace periodismo, ahora solo se hace basura.
A veces es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor... Aquella televisión tenia ambición y no solo en informativos. En ficcion, en culturales, etc. Las de hoy no tienen empacho en fabricar basura, y andan todas intentando ser las mejores en vender basura. Solo les preocupa la cuenta de resultados y da igual si tienen que explotar y abusar de sus empleados, obligarles a que se paguen la cámara y la seguridad social, en fin... otros tiempos!
Mi deseo de ser periodista sucumbió en solo 5 meses cuando descubrí que lo que quería mi familia era alejarme de “las tablas” pagándome esa carrera. En la Escuela de Arte Dramático donde empecé (Valencia) me obligaban a leer todos los días el periódico, me inculcaron la teoría de que un actor debía vivir su época, ser consecuente con la realidad que le rodeaba. También aprendí a amar y necesitar la sociología y la historia para enfrentarme a personajes ajenos y alejados. Pero cuando me desvinculé de la historia teatral y decidí representar solo dramaturgos vivos fue cuando los periodistas, verdaderos antropólogos mundiales, se situaron como lideres de sabiduría. Por supuesto yo no conozco ni a la mitad de los que mencionas, pero supongo que conozco sus trabajos, hubo una época en que tuve televisión. Gracias a todos esos colegas de tu padre, a las cajeras de Mercadona, a las putas de la calle Cruz, lo siento la realidad es asi, pude, con toda la información necesaria, dar vida a esas ficciones que reflejaban la realidad de un mundo que empezaba a pudrirse o de una sociedad que iniciaba su prostitución.
Nos vendimos, e incluso perdimos nuestra idiosincrasia, mucho daño hizo el PP, manipulando el 11 M, oportunismo cínico que hizo que ni actores ni periodistas creyeran en su labor. Nos pasivizamos o nos fuimos (como yo). Dejando a la generación de triunfitos, de grandeshermanos ocupando lugares en la media ha hecho que el público se desazone y haga oídos sordos o simplemente se relaje y se deje utilizar.
El trato del caso de la sevillana, del caso Neira… todo tan patético… la antiprofesion tiene espacio en los periódicos, en las radios. Los reporteros gráficos (aquel bendito trabajo) se dedican a hacer blogs, o a enviar mensajes con todas las tramas políticas por la red. Se han arrinconado porque quieren, por pereza o por no saber. Lo siento Kacho, si asi está el patio es porque habeis dejado que esto suceda, lo pedias hace tiempo aquí también: REVOLUCION.
Y yo, justamente yo, que huí y me autoexilié voluntariamente tendría que callarme la boca, pero ahora me siento como los de AlQaeda, aprendiendo de un pais ejemplar y viajando y chupando información para regresar, entrenar a los maquis de nuevo y organizar una guerrilla.
Veo que no somos pocos los que nos metimos en esto siguiendo la idea romántica del periodismo de verdad, del de antes (me niego a aplicar ese término a lo que se hace ahora). ¿Y ahora qué? ¿Cómo se cambia esto? ¿Nos tenemos que aguantar y tragar con lo que hay?
Felicidades por el post (y por el blog) de verdad, de corazón.